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Los cuerpos del pozo grancanario de Tenoya son de víctimas del franquismo

Las primeras pruebas de ADN practicadas a los cadáveres extraídos durante 2017 del pozo de Tenoya (Gran Canaria) confirman definitivamente a este enclave como uno de los escenarios de la represión franquista en las islas, ya que uno corresponde a un vecino de Arucas sacado de su casa en 1937.

Para Pino Sosa, la presidenta de la Asociación de la Memoria Histórica de Arucas, este lunes por la noche ha terminado una espera de casi 81 años, tantos como tiene ella: el primer cuerpo del que se ha logrado cotejar el ADN es el de su padre, José Sosa Déniz, un latonero arrancado de su vivienda por los sublevados y asesinado cuando tenía 33 años.

«Estoy en una nube. El primer cuerpo que salió es el de mi padre», relató Sosa, minutos después de recibir la noticia por parte de Carlos Ruiz, el consejero de Cultura del Cabildo de Gran Canaria, institución que ha financiado las excavaciones en ese viejo pozo.

La hija del latonero del barrio de Las Chorreras aún está digiriendo, emocionada, lo que ya sabía: que a su padre lo mató, cuando ella solo era un bebé de 40 días, un grupo de partidarios del golpe militar contra la República que decidió ajustar cuentas y dar «el paseíllo» a varios vecinos del norte de Gran Canaria.

«Estoy tranquila, lo estoy asimilando», confiesa esta mujer, que ha dedicado casi toda su vida a buscar a su padre y a honrar la memoria de quienes fueron asesinados por defender el gobierno de la República, sin que, en muchos casos, se supiera nunca su paradero.

«De los comunistas de Las Chorreras»

Pino Sosa ha buscado a su padre desde que tiene uso de razón, desde el día que hizo la primera comunión y el cura de Arucas le preguntó de dónde era. «‘De Las Chorreras’, le dije y me respondió: ‘Ah, de los comunistas de Las Chorreras'», contó ante el pozo de Tenoya el primer día que se confirmó la presencia de restos humanos en ese agujero, sepultados por toneladas de escombros y barro.

José Sosa Déniz forma parte del grupo de vecinos del norte de Gran Canaria que desaparecieron del 18 al 19 de marzo de 1937, después de que individuos afectos a la insurrección militar que acabó con la II República se los llevaran de sus casas.

Ahora se sabe, a ciencia cierta, que lo asesinaron y arrojaron su cuerpo al pozo de Tenoya, hoy situado bajo uno de los puentes de la autovía que comunica Las Palmas de Gran Canaria con Arucas.

Pino Sosa ya tuvo la ilusión de encontrarlo en el Llano de las Brujas, otro pozo de Arucas del que se extrajeron hace nueve años los cuerpos de 24 personas asesinadas en 1937. Sin embargo, en aquella ocasión las pruebas de ADN no identificaron a su padre.

«Aún faltan muchos por encontrar»

La excavación arqueológica del pozo de Tenoya, al que las crónicas y los testimonios de la época siempre han vinculado con la represión de la Guerra Civil, se ha llevado a cabo por impulso del Cabildo de Gran Canaria en las dos últimas legislaturas, tanto en el mandato de José Miguel Bravo de Laguna (PP) como en el de Antonio Morales (NC-PSOE).

El 14 de marzo del año pasado se encontraron en él los primeros huesos humanos. Durante el verano, aparecieron más restos óseos (hasta contar al menos 12 personas), así como pruebas inequívocas de lo que allí ocurrió: munición de los años treinta y un cráneo con un orificio de bala.

Pino Sosa y su prima, Balbina, otra de las impulsoras de la Asociación de Memoria Histórica de Arucas, durmieron este lunes sabiendo después de 81 años dónde está su pariente, pero no abandonarán su causa.

«La lucha sigue», proclamó Pino, «todavía nos faltan muchos demócratas por encontrar».

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